lunes, 7 de julio de 2008

Líbano - El país de la Libertad -

Tras unos días de no parar, hoy he sacado unos minutos para actualizar el blog.
Os escribo desde España, donde estoy unos días de vacaciones.
Las últimas semanas han sido de no parar, los que conozcan lo que es un cierre trimestral en EMC lo sabrán.
A eso hay que añadir que tenía que dejar mis proyectos lo más atados posibles antes de mi marcha, cosa harto difícil por las tierras de los Emiratos.
Os cuento sobre la experiencia de la "Boda Libanesa", que ha sido mucho más interesante que el cierre de trimestre.
El viaje comenzó con los 4 magníficos (españoles) motando a lomos del Lancer, en dirección al aeropuerto de Sharjah.
Desde allí partíamos con Air Arabia (low cost) rumbo a Beirut.
El avión salía cerca de las doce de la noche, con lo que nos perdíamos de todas todas la semifinal de Eurocopa España-Rusia.
El aeropuerto de Sharjah resultó ser un jaleo de personal con colas poco organizadas y gente colándose por donde podían.
Los locales de turbante, se cuelan con descaro y te miran con desdén.
Los indios se limitan a empujarte con el carrito y a destrozarte las espinillas si no estás avispado.
Al aterrizar en Beirut recibí un SMS de Rosa con el resultado de 3-0 y el feliz pase a la final.
La llegada al hotel fue a eso de las 3 de la noche.
Nos recibió un atento libanés que hablaba español con acento hispanoamericano.
Había aprendido a hablar "en los barcos".
El hotel de 4 estrellas resultó ser de la categoría de "pensión de mala muerte" en España.
Eduardo y yo teníamos "baño veneciano", que al ducharte, inundaba toda la estancia y aquello se convertía en una charca.
En cualquier caso el hotel sólo íbamos a usarlo para dormir un poco y nada más, así que no nos importó demasiado.
Beirut estaba teñida de banderas españolas y alemanas.
Las vendían en puestos callejeros y colgaban en muchas ventanas (sobre todo las alemanas).
La gente vive mucho el fútbol por estos lares.
La cuidad es un contraste de casas derruidas y castigadas por la guerra y de zonas totalmente renovadas.
En general se tiene una sensación de abandono.
Los coches están bastante desvencijados y los taxis tocan el pito constantemente para llamar la atención de los posibles clientes y avisar en los cruces.


Edu, Raúl, Tacho y nuestra guía libanesa (arrimando hombro)

En los 3 días que hemos pasado en Líbano, nos ha dado tiempo a visitar una cueva subterránea con lago incluído. Por lo visto este paraje está en la pelea por ser una de las maravillas de la naturaleza. (La versión natural de las 7 maravillas clásicas).
El recorrido comenzó con una subida en teleférico, luego un paseo por el interior de la gruta, un recorrido en trenecito y una vueltecita en barca por el lago subterráneo.
En el tren conocimos a unas simpáticas monjas, a las que ayudamos a subir.
Viaje en el trencito, recibiendo bediciones

Tuvimos la suerte de tener de guía a una nativa, que había hecho buenas migas con uno de los españoles que me acompañaban.
Nuestra cicerone nos llevó a Byblos, cuidad histórica y bastante bien cuidada.
Sorprende que no exploten más la riqueza cultural y arqueológica del lugar.
En Beirut también vimos unas termas romanas muy bien conservadas y no había ni un solo cartel de indicación ni explicación alguna.
Casa en Byblos

También nos dimos una suculenta cena a base de pescaditos en un restaruante del puerto.
Visitamos el centro de la cuidad, que ha sido totalmente reconstruido.
Edificios arrasados se alternan con manzanas enteras que han sido levantadas de nuevo.
Carteles con la efigie del nuevo presidente, pueblan muchos edificios.
Hay fotos del asesinado Rafik Hariri, que fuera primer ministro.
Este personaje dispone incluso de un panteón público en medio de la cuidad.
Una especie de carpa-homenaje, que pudimos visitar.

El día culminó con una salida de fiesta en la ciudad sin ley.
Allí lo mismo nos metíamos 6 o 7 en un taxi, que se conducía en dirección contraria.
Todo parece valer y había un ambiente de tolerancia total... (igualito que en Dubai).
Además las cervezas estaban muy muy baratas y las chicas iban mucho más a la española.
Es decir, con ropa más ligera y sexy.
Además tuvimos la suerte de salir con un grupito que eran las amigas de nuestra guía libanesa.
La situación alcanzó el éxtasis, cuando en uno de los atestados bares, la gente empezó a cantar con nosotrs "que viva España", "Raúl, Raúl..." y canciones de ánimo para nuestro combinado nacional.
Los libaneses son gente amable y extrovertida. Saben pasarlo bien y la gente sale hasta tarde y va de bar en bar. Se nota que compartimos una misma cultura, será el influjo del mar mediterráneo.
El caso es que todos los españoles nos sentimos allí tan cómodos como si estuviéramos saliendo por Moncloa, Huertas o Alonso Martínez.
Sólo un par de detalles nos recordaron que seguíamos en el extranjero y que estábamos en un país en guerra y con carencias.
En mitad de la fiesta hubo varios apagones generalizados.
Los camareros corrieron a las puertas y se apostaron por fuera, de esta manera evitaban que los cliente salieran sin pagar.
La noche en líbano dura hasta que uno quiere, no como en Dubai, donde a las 3 cierran todo y te mandan a casa.
Para terminar la noche acudimos a una discoteca que estaba bajo el nivel del suelo.
El local disponía de unas compuertas que hacían de techo y que durante la noche permanecían abiertas.
Una de las compuertas era un gran espejo que servía para avisar de que salía el sol.
Tras la salida, cerraban las compuertas del techo, para que la gente siguiera bailando.


Centro de Beirut - Zona reconstruida

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